ELLA – por Almudena Ojeda
De mis primeros días recuerdo poco… Mis ojos no alcanzaban a ver bien, aunque sentí el roce con mis hermanos que, al poco tiempo, empezaron a desaparecer. Por lo que pude oír, ese también habría sido mi destino si ella no hubiera venido a buscarme. Pero vino.
Recuerdo su sonrisa, aún borrosa a lo lejos, y cómo se volvía más amplia a medida que se aproximaba a mí. Me cogió y me elevó hacia el cielo, para acercarme después a su pecho. Allí sentí los latidos de un corazón que palpitaba a un ritmo más lento que el que se hallaba en mi asustado y pequeño cuerpo.
Ella me llevó a la casa que sería mi hogar. Me presentó a su familia, que se convertiría en la mía. Me dio cobijo y alimento. Me compró juguetes. Me llevó a conocer nuevos amigos. Nos mojamos bajo la lluvia. Me compró un chubasquero. Me cuidó. Me llevó al médico y la vi sufrir por mí. Me dio cariño. Fue comprensiva y paciente conmigo. Me enseñó todo lo que sabía. Compartió conmigo sus aficiones: patinar, montar en bici o pasear. Viajamos en coche por las carreteras de Andalucía. Y me mostró el agua: con ella conocí el mar.
Ella me quiso sin conocerme y apostó por mí. He permanecido a su lado cada día de mi vida, y saber que soy su mejor amigo, es lo que me hace feliz. No necesito más.
(Quiero dedicarle esta historia a mi hermana para agradecerle que haya puesto en nuestras vidas a alguien tan maravilloso capaz de cambiarnos a todos).
Almudena Ojeda.